La
ciencia, creían los hombres modernos, salvará a la humanidad. Yo no sé cuántos
científicos, académicos y exploradores entusiastas sigan teniendo la misma
convicción que aquellos valerosos hombres del siglo XIX y el XX que se
enfrascaron en una diatriba contra la religión organizada en primera instancia,
y contra la divinidad en última. Lo que sí sé es que la historia ha probado que
la ciencia no salvó a la humanidad. Al contrario, ha sido uno de los instrumentos
de su perdición. O, al menos, así lo exponen Remender, Scalera y White en su Black Science.
Publicado
por Image Comics, esa gran incubadora de ideas, el proyecto resulta atrayente
desde su título, que presenta una clara intertextualidad con la frase black magic (magia negra), relacionada
en el imaginario cultural de occidente con todo lo oculto y lo prohibido, con
la parte pasional y animalesca del ser humano que pretende controlar su propio
destino y el de los demás. Irónicamente, desde la ciencia, el protagonista de
esta historia –un anarquista consagrado-, pretende hacer algo semejante.
Pero
debo decirlo, la intertextualidad no acaba ahí: Olaf Stapledon, en su libro El hacedor de estrellas, nos presenta la
idea seminal de este último trabajo de
Remender. Así que, como podrán ustedes comprender, habiendo ya disfrutado de
aquella obra fundacional de la ciencia ficción, para mí ver desarrollado en una
hermosa pieza de arte secuencial el argumento esbozado tan solo en unas cuantas
líneas por Stapledon a comienzos del siglo XX, resultó ser toda una
experiencia.
Ahora
bien, ya que la serie constituye una crítica del sistema científico-académico
mundial y de los poderes que lo controlan, el desarrollo visual debía marchar
en consonancia con el tono de la obra. Si lo observamos detenidamente, el
dibujo de Matteo Scalera tiene mucho de caricaturesco, en el mejor sentido de
la palabra. Se trata de un dibujo que exagera ciertos rasgos fisonómicos de sus
personajes para comunicar de una mejor manera el espíritu crítico de las ideas
y los modelos de los que se desprende. Así, al mismo tiempo que divierte,
presenta el argumento de Remender con toda la fuerza posible.
Por
otro lado, el excelente trabajo de Dean White en el color resalta, con todo el
dramatismo de las policromías imaginadas, las múltiples capas de significado
que reviste esta aventura interdimensional. En los primeros seis números nos
encontramos con al menos cuatro dimensiones, cada una de las cuales posee un
delicado balance entre los colores que la conforman. Podemos resaltar en
especial el uso de una saturación de la luz en los paneles que necesitaban ser
especialmente intensos o que, dadas las claras influencias cinematográficas del
dibujo de Scalera, requerían sobre ellos una especial atención de nuestras pupilas.
En
suma, se agradece la especial atención a los detalles que el equipo de trabajo
le ha puesto a esta nueva serie que, ya al final de su primer arco, suscita más
preguntas que respuestas en un balance tan extraordinario que no se puede dejar
pasar ni un número más para conseguirla, ya sea en el compilado que los
recolecta o en los números sueltos que todavía suelen conseguirse, aunque no en
demasía. Mi consejo: no desaprovechen esta oportunidad de echar un vistazo a esta nueva ciencia ficción que nos trae mucho del pasado hacia futuros improbables o impensables de nuestro presente.
Hasta
las siguientes oscuridades, old sports!
-The
Great Gatsby
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