jueves, 30 de enero de 2014

Wolverine: Origin. Los misterios develados


Detalle de portada de Wolverine:Origin #2.  Arte: Joe Quesada y Richard Isanove

¿Quién no se ha cansado de ver aparecer a Wolverine en un lugar inhóspito y sin memoria de lo que le ha ocurrido cada vez que comienza una nueva serie del mutante más aclamado de todos los tiempos? Joe Quesada, director creativo de La casa de las ideas lo sabía muy bien desde hace mucho tiempo, y supo aprovechar elegantemente el impulso que le dieron las películas a los homo superior. Si el público se encontraba verdaderamente interesado en indagar en los orígenes de estos personajes, había que darle gusto desde el medio que los vio nacer. Así que Origin es la respuesta a tantos interrogantes como es posible resolver sin desmitificar al Wolverine que todos aman por ser sombrio, silencioso y salvaje.

Si bien la trama del volumen fue ideada por Bill Jemas, Joe Quesada y Paul Jenkins, el guión corrió exclusivamente a cargo de éste último. Y la deuda que el lector de Wolverine tendrá con él (tanto el asiduo como el novato) es la cantidad de interrogantes que despeja sobre el carácter del personaje pero al mismo tiempo la calidad de los misterios que despierta, pues, fuera de los dos protagonistas del relato quienes sí se encuentran definidos con una cierta profundidad de detalles narrativos, los personajes implicados en esta historia de origen quedan apenas esbozados en sus acciones y pasiones. Nótese que no acuso a Jenkins de crear personajes planos, sino que apunto la sutileza con la que nos ha sabido envolver en los misterios familiares de un personaje acerca del cuál muchos temían que el recuento oficial del origen echara a perder.

Por su parte, Andy Kubert, nos enseña la maestría que debe existir en la interpretación del guión por parte del artista para guardar un perfecto equilibrio entre encubrir lo que el escritor dice y pintar lo que el escritor calla. Me refiero a que muchas claves del relato no las encontramos en los diálogos o en la narración textual, sino en la narrativa visual. Un simple vistazo a los hombres que se encuentran alrededor del joven James revelará para cualquier lector quién de ellos es su padre, por ejemplo. Pero quizás lo que más llama la atención es la técnica de sombreado utilizada por Andy, bastante rara en el cómic contemporáneo. Sin duda, herencia de su padre Joe, pero no como simple copia, sino llevada más allá, personalizada en un estilo que hasta parece un poco desgarbado pero nunca de los nuncas sucio.  

Sobra decir que las portadas de Joe Quesada y Richard Isanove son un deleite para los ojos, y acaban por darle el toque épico final a la saga. Para aquellos que no pudieron conseguirlo en inglés, Marvel México editó durante el primer semestre del año pasado un ómnibus con tres historias fundamentales del hombre de adamantium: Wolverine, de Claremont y Miller, Weapon X, de Windsor-Smith, y, Origin, que todavía se consigue en algunos lugares. Vale la pena tenerlo.

Antes de despedirme, una nota sobre Origin II:
El primer número es majestuoso, épico. El segundo, bueno, el segundo es diferente. Creo que no podremos juzgarlo hasta que tengamos concluida la serie. Además, eso es material para otra reseña y no pienso sabotearme a mí mismo.

Así que, hasta las garras, old sports!

-The Great Gatsby

viernes, 24 de enero de 2014

Batman: Hush... que el show va a comenzar.


Detalle de portada del TPB de BAtman: Hush    Lápices: Jim Lee, Tintas: Scott Williams, Color: Alex Sinclair

¿Sabían que hay escritores de la vida de Batman a quienes les molesta sobremanera la figura de Robin? Así es, sencillamente no lo soportan. Y esto no tiene nada que ver con la basura pseudo psicoanalítica acerca de la dudosa sexualidad de los personajes. Resulta que hay grandes genios de la trama que prefieren visualizar a Batman solitario. Uno de ellos es Jeph Loeb. Claro que esta es una conclusión que no me vino de su propia boca, sino de la lectura de sus series Batman: The Long Halloween, Batman: Dark Victory, y Batman: Hush. Y aunque todavía no me considero un experto en su obra (supongo que me llevaría al menos un año estudiarla en todo detalle), habiendo leído ya estas tres grandes epopeyas del Murciélago, puedo decirles que si por él fuera, Batman no tendría ningún sidekick.

La serie, que comienza en Batman #608 y se extiende hasta el #619, ya tenía fanáticos mucho antes de comenzar. Resulta que para cuando se publicó por primera vez no solo Jeph Loeb era El Jeph Loeb, sino que Jim Lee ya era el más cotizado lápiz de los cómics (con su impresionante récord de 8 millones de copias vendidas de un cómic), Scott Williams ya era las tintas permanentes de Lee, y Alex Sinclair… bueno, él estaba uniéndose al equipo. La combinación de tanto talento resultó ser la fórmula ganadora para DC, quienes, a través del secretismo que embruja el mundo de los cómics, fomentaron la especulación acerca del formato, contenido, e incluso el nombre de la serie.

Para aquellos que no lo saben, Loeb casi siempre había trabajado con Tim Sale, a quien le gustan las sombras y sugerir más que establecer a través de su dibujo. Sin embargo, a Lee le encantan los detalles: él tiene que mostrar no solo las cicatrices de Bruce o la mueca de Clark, sino también la cueva llena de batimóviles dibujados con precisión. Su dibujo no muestra nada más las figuras esculturales de Catwoman, Poison Ivy o Harley Quinn, sino también la deformidad monstruosa del mal encarnado por Killer Croc, Scarecrow y el propio Joker. Y quizás el mejor acertijo de la serie es el que proponen los lápices de Lee y las tintas de Williams: “¿Cuándo una imagen dice más que mil palabras? Respuesta: cuando las calla todas”. Así es, cuando Lee afirma que Loeb escribió para sus fortalezas como dibujante, tiene toda la razón. Batman: Hush es un gran acertijo de principio a fin.

Y ya todos sabemos que en un acertijo lo más importante es aquello que se calla diciendo. Por eso déjenme darles una última pista acerca de este apasionante libro en donde encontrarán un romance inesperado (pero que todos anhelábamos ver desarrollarse al menos desde los sesentas), amigos con grandes S en el pecho vueltos enemigos, muertos que salen de la tumba y regresan por donde mismo, villanos que se comportan de manera inusual, y colaboradores que construyen una red en la que Batman siempre puede apoyarse para sobrevivir el día, la batalla, la hora. La última pista, les decía, es el nombre de la serie: Hush. En español no nos dice nada, pero en inglés, es el inicio de una canción de cuna: a la vez una orden y una petición hecha a un niño que no se satisface con nada. Pero no digo más, porque ya todos sabemos también que un acertijo pierde su valor cuando ya todos saben la respuesta.

Ah, por cierto, odio cuando los escritores tienen razón y Batman… bueno, mejor leanlo ustedes mismos.

Hasta la próxima canción de cuna, old sports!

-The Great Gatsby

jueves, 16 de enero de 2014

Daredevil: el arte de escribir sobre ese Batman rojo


Detalle de Portada: Daredevil # 1  Artista: Paolo Rivera

En el número 24 de Daredevil hay una viñeta en la cual un hombre grita desde un autobús: “Look! It’s Red Batman!”, mientras ve pasar a Daredevil balanceándose por la ciudad. Éste es el tipo de ocurrencias que hacen de Mark Waid un perfecto escritor para el personaje que nos ocupa en este momento; esos detalles que, en medio de un momento de tensión, le dan al lector un respiro y hacen que el mundo (y el mundo en el cómic) ya no sea tan miserable… al menos por un momento.

Como ustedes saben, old sports, no suelo describir ni las viñetas ni la historia de los cómics que reseño. Es parte de mi encomienda no dar spoilers. Pero les aseguro que no había una mejor manera de comenzar esta reseña de los primeros 34 números de la serie actual de Daredevil, que comenzó en 2011. Al verla no solo comprendí que no soy el único loco que cree que Daredevil se parece a Batman, sino que entendí uno de los más grandes secretos de la popularidad del universo Marvel (y de paso, de la maestría de Waid como escritor): la capacidad de reírse de sí mismos aún en medio del momento difícil. Lo balanceó durante 70 años el personaje señero de la marca (Spiderman); lo hacía el Generalísimo Stan Lee cada vez que escribía un guíon; lo interpreta ahora para nosotros el milagroso Waid.

Y no uso el epíteto a la ligera. Después de la etapa oscura de Shadowland, de la que ninguno de nosotros quiere acordarse, Waid logró, a través de la magia de su pluma, revivir el interés en el Hombre sin miedo. Pero no hizo solamente eso, sino que, a lo largo de los 34 capítulos que ya se han publicado, nos dio una mejor panorámica de su humanidad más allá de lo que su trabajo de abogado nos había permitido explorar. Nos permitió ver, no al hombre bajo la máscara, sino al hombre de la máscara. Las transformaciones que nos presenta del universo daredevileano afectan tanto al héroe como a sus aliados y villanos, humanizándolos y acercando sus problemas a los de nuestras vidas cotidianas. En pocas palabras: rescatando el espíritu Marvel que cada vez con más frecuencia queda soterrado por los intereses comerciales que mueven a la editorial.

Sus dos grandes colaboradores en el trazo: Paolo Rivera (regular hasta el número 10) y Chris Samnee (regular a partir del número 12), hacen un trabajo espectacular reinventando el universo del superhéroe que nos hace querer redefinir nuestro concepto de ‘discapacidad’. Paolo Rivera con sus trazos más finos, detallando las expresiones faciales; y Chris Samnee con su uso de sombras más condensadas que le dan un acento tipo Mignola al personaje. Si bien cada uno de los artistas expresa una visión y un sentimiento distinto hacia el Hombre sin miedo, quizás esto sea más evidente para ustedes en el trabajo de Rodríguez, que a la par de cada dibujante, va modificando su paleta de colores. Para mí, en lo personal, la evolución del color en esta serie ha sido la adecuada: si nos enfrentamos a la visión que tiene un ciego del mundo, ¿por qué no arriesgar también colores que no coincidan precisamente con nuestra percepción visual común y corriente? Rodríguez apostó en esta serie… apostó fuerte, y ganó.

Recibimos con tristeza, pero con gran satisfacción por las historias encontradas, la noticia de que este volumen de Daredevil llega a su fin en dos números más. Sólo nos queda agradecer, a todos aquellos que colaboraron en este esfuerzo editorial durante más de dos años, la nueva definición de valentía que nos dieron cuando, al hacerle la vida miserable a Daredevil también nos enseñaron a vencer nuestros miedos.

Hasta las próximas cocinas infernales, old sports!

-The Great Gatsby

P.D. Por cierto, si ustedes fueron de esos afortunados que comenzaron a coleccionar la serie desde el número 1, en La Mole Comic Con de marzo, estarán escritor y dibujante como invitados. No sería una mala idea llevar el primer tomo para que lo firmen estos dos grandes artistas, y, si quieren un consejo y tienen la posibilidad, no solo busquen las firmas sino que mándenlas a graduar a CGC, de cuya compañía ya hay representantes en la Convención. Creanme: esa es una inversión que vale la pena.

viernes, 10 de enero de 2014

Kingdom Come: un viaje largamente inesperado



Detalle de portada de Absolute Kingdom Come. Artista: Alex Ross

Remontémonos al pasado. Es 1998. Estoy en segundo, quizás tercer semestre de preparatoria. Hace ya más de un año que no compro cómics porque las revistas de la entonces casi moribunda Editorial Vid comienzan a rebasar mi presupuesto semanal (que para estas épocas es extremadamente reducido), y mi único contacto con el mundo del arte secuencial lo constituye la incipiente biblioteca de uno de mis mejores amigos de la preparatoria. Su casa es todo lo que no es la mía: amplia, luminosa, y con un librerillo medianero dedicado a los cómics y al manga.

Solemos agotar las tardes en su inmenso estudio “haciendo” trabajos en equipo que, por lo general, se arman entre las 9:30 y las 10 de la noche. Así es, aquellas eran tardes de descubrimiento. En aquel librerillo conocí a los 300 de Frank Miller, hojeé sin mucho interés las Fatal Attractions, y más importante de todos: me sorprendí con cuatro volúmenes de 48 páginas cada uno de una extraña serie cuyo mayor atractivo para mí era que presentaba a Superman, Batman, y compañía ¡total y completamente avejentados!

Por aquel entonces leí Kingdom Come con avidez y extrañeza. No sabía apreciar todos los detalles que contiene, ni conocía a la mayoría de los personajes que retrata, salvo a los principales, a los que todo mundo conoce y de quienes verdaderamente me sorprendía encontrar los rostros arrugados y las cabelleras encanecidas (excepto Wonder Woman, que tendrá una figura escultural por los siglos de los siglos, ¡amén!). Pero la historia de Mark Waid y el arte en acuarelas de Alex Ross eran irresistibles. Son irresistibles.

Quince años después, en México apareció una nueva edición de la serie, la que corresponde a la Absolute Edition norteamericana, que reúne en un solo tomo los cuatro volúmenes originales, añade 3 páginas nuevas de historia, un epílogo de 8 páginas y más de 200 páginas de contenidos extra, entre los que se encuentran bocetos y explicaciones del diseño de los personajes, textos de Mark Waid, Alex Ross y Elliot S. Maggin explicando el proceso creativo de la novela gráfica y la novelización de la misma.

El tomo no es sólo para los iniciados. De hecho incluye un par de páginas que explican con todo detalle los “guiños ocultos” en los paneles de la historia, lo que hace que la lectura se enriquezca al apuntarnos en la dirección de las historias clásicas de las que se nutrió el equipo para conformar esta arriesgada visión del futuro. Las referencias al pasado de los cómics no son lo único que encontramos interesante en la narrativa de este futuro posible, sino su relación con el libro bíblico de Apocalipsis. No es de extrañar, entonces, que el tono de esta historia sea épico y magistral. De la mano de Waid aprenderemos que hasta los dioses se equivocan y que el conflicto básico entre padres e hijos mueve los universos de manera que apenas podemos dilucidar.

Aunque éste no es el primer trabajo de Ross para una gran editorial, sí es uno de los dos pilares que lo dieron a conocer en el mundo del cómic, y, más importante: que lo llevaron a revolucionar las técnicas de presentar la parte iconográfica del arte secuencial al introducir la acuarela como posibilidad expresiva rentable. Recuerden que a mediados de los noventa apenas estamos por comenzar la verdadera exploración y democratización de las herramientas virtuales del diseño por computadora. De manera que esta exploración de una técnica clásica de la pintura aplicada a este arte nuevo podría haberse tomado como un retroceso en los procesos de edición. Afortunadamente no fue así. En cambio, los lectores de cómic aprendimos a revalorar la línea, el color y los matices. La mano del pintor. Pero al mismo tiempo, la mano de los otros artistas.

Debo reconocer ante todos ustedes que, al saber de la nueva edición mexicana, no me entusiasmé demasiado. Tiene años que estoy cazando la versión norteamericana del Absolute y al principio no valoré lo que había llegado inesperadamente a manos mexicanas. Comparando las dos versiones, hay cosas que me gustan y me disgustan sobre ambas traducciones. Pero la verdad es que tener un tomo en pasta gruesa que recopile la historia original y ofrezca tantos apoyos para entenderla con mayor profundidad sonó demasiado tentador y acabé sucumbiendo a la tentación de emprender de nuevo el viaje que iniciara en aquel ya casi muy lejano 1998. Si todavía tienen oportunidad de conseguirlo, les gustará saber que La Mole Comic Con ha anunciado la visita de Mark Waid a tierras mexicanas el próximo marzo.

Si confían un poco en mi palabra, les aseguro que este viaje al futuro no los decepcionará. Por lo pronto, yo regresaré a darle un vistazo más a las acuarelas de estos viejos titanes. Hasta el próximo viaje, old sports!

-The Great Gatsby